El uso de roles como técnica expresiva en terapia infanto-juvenil

En los procesos de intervención de reparación del maltrato en niños y niñas, una técnica que puede ser utilizada y que es de gran ayuda en la terapia infanto-juvenil, es el juego de roles, por ejemplo, cuando juegan a disfrazarse, a utilizar máscaras, títeres y cualquier objeto transicional que les permita la expresión de una manera menos amenazante de su mundo interno y realidad familiar.

En este sentido, la técnica de personificación de roles es de gran ayuda puesto que los niños son espontáneos, e incluso, gran parte de su juego en forma natural consiste precisamente en la actuación de “roles” de ellos mismos o de las personas que intervienen en su vida cotidiana (Amescua, 1995).

Frente a lo anterior, cabe preguntarse ¿cuál es el aporte de dichos juegos para el logro de los objetivos interventivos y, desde ahí, cómo podemos mejorar nuestras prácticas?

En este contexto, existe una unidad inseparable entre el hacer y actuar, siendo esto un fundamento básico para la terapia infanto-juvenil. Así, la modalidad en que se aborda una situación psicodramática es esencialmente pidiéndole al niño que vaya representando diferentes roles.

En este punto, Naranjo (2006) manifiesta que la técnica del uso de roles es una práctica que involucra un recurso equivalente a un entrenamiento de una evocación sensorial y afectiva, en contraste con el recuerdo meramente intelectual y abstracto. Sumado a lo anterior, “cada vez que logramos reconciliarnos con un personaje que representaba aquella parte con la que nos peleábamos, es como si de pronto recuperáramos un espacio, una parte que nos pertenecía y que teníamos no solo olvidada, sino muchas veces maltratada y a la que nos negábamos a oír, ya que dentro de nosotros (tal vez de nuestro ego), no cabía nada con características semejantes” (Schnake, 2000, p.61).

De este modo, cuando el niño personifica un rol da cuenta de lo que este significa para él, cómo percibe el rol que representa, ya sea un animal con características paternas o maternas, o una parte de sí mismo, entre otros. A través de la escenificación de roles, el niño tiene la oportunidad de darse cuenta de lo que está viviendo, de experimentarlo y al mismo tiempo, el terapeuta tiene la posibilidad de realizar alguna intervención creativa que facilite una solución al problema que se presenta (Amescua, 1995).

Dentro de las características de juego de roles, propuestas por Moreno se encuentran (Amescua 1995):

  • Pueden ser reales o imaginarios.
  • Se pueden personificar otras formas de vida tomando y actuando distintos roles.
  • El sí mismo puede expandirse, si para el niñ@ que lo actúa es desconocido el rol que personifica.

En intervención reparatoria el uso de roles permite potenciar las posibilidades y recursos de los niñ@s, así como también contactarse con sentimientos genuinos y una parte interna de sí mismo, labor que acompaña la dupla psicosocial, “cuando un niño tiene temor a representar un personaje directamente, normalmente efectúa un desplazamiento” (Amescua, 1995, p. 82), siendo relevante lo anterior para la elaboración de un conflicto de un modo menos amenazante para el niñ@.

Para la escenificación de roles, se propone un proceso que es asimilable al psicodrama, con tres fases:

  • Calentamiento: en el cual el niñ@ prepara su actuación y define los personajes que pondrá en juego, pudiendo usar a la dupla psicosocial como uno de ellos o intercambiando los roles, así como también representarlos solos y ocupar al terapeuta de observador de su mundo interno.
  • Acción: el terapeuta mantiene contacto con el niñ@, siguiendo el guión espontáneo que este está desarrollando, introduciéndose cambios en los guiones únicamente para la intención de ampliar el darse cuenta del niño. Durante esta fase, se puede utilizar la técnica de silla vacía, que tiene que ver con la posibilidad de ocupar el rol puesto en el otro proyectado, “es un desdoblamiento que permite una meta-comunicación y ver claramente dos situaciones conflictivas desde afuera, el diálogo entre ambas facilita la comprensión de cada una de ellas” (Amescua 1995p. 84).
  • Participación: promueve la integración de los personajes y el cierre de lo creado y actuado, recuperando lo que han proyectado para sí mismo.

Entonces, cobra relevancia tomar lo que para un niñ@ se da en forma espontánea y natural como jugar a disfrazarse y hacer como si fuera otro, en términos de contribuir a su desarrollo y superación de las experiencias de vulneración vivenciadas, lo que implica un desafío para las duplas psicosociales de integrar en la propia práctica la flexibilidad, creatividad, lo lúdico en conjunto con una mirada técnica de lo que se está haciendo e intencionando en este tipo de juegos.

 

Ignacio Bravo Bustos
Director PRM Ciudad del Niño Isla de Maipo